ASOCIACIÓN ESPIRITA RESPETO ANIMAL

  Carta doctrinaria canalizada para España – Mensaje espiritual atribuido a Luis Manuel Ferri Llopis Esta carta fue enviada inicialmente, por respeto simbólico, a la señora de Luis Manuel Ferri Llopis, siguiendo principios éticos del espiritismo. Sin embargo, el contenido aquí presentado no es privado ni exclusivo — es doctrinario y colectivo . Por eso, se publica ahora como  mensaje canalizado para toda España , con intención vibracional de despertar, reflexión y transformación. La presente carta no sólo transmite la voz de un artista desencarnado… sino el compromiso espiritual que él sostuvo más allá de los focos una misión al mundo como alma sembradora de amor, y su obra musical contenía mensajes codificados que aún España no ha comprendido del todo. Hoy, con esta comunicación del más allá, su voz se convierte en guía para el despertar del alma colectiva. Este mensaje invita al pueblo español —y al mundo entero— a abrir los ojos del corazón, caminar hacia la dignidad espiri...

  Un torero en el umbral  Canalizada desde el plano vibracional por la conciencia universal.  “Nunca olvidaré el nombre del toro que me bajó del pedestal. Se llamaba ‘Cascabel’. Como una cobra. Como el veneno que yo mismo sembré en cada tarde de maltrato. Ese nombre… me lo tatuó el plano invisible para que yo no olvidara que también el que pincha acaba siendo pinchado.” “Mi día fatal no fue accidente. Fue lección. Y el toro que me tocó no era animal —era espejo.Creí que dominaba la fuerza. Creí que mi arte justificaba la sangre. Pero cuando caí… no fui recibido como héroe. Fui arrastrado al umbral —como tantos toros que arrastré yo.” “Sentí el desprecio. Sentí el burla de seres oscuros. Sentí el dolor. El mismo que causé. Porque nadie esquiva la ley de causa y efecto.” “Fueron más de veinte años de agonía espiritual. Sin nombre. Sin luz. Solo recuerdos que me golpeaban como cornadas invisibles.” “Y no fue hasta que acepté mi mal —sin excusas ni vanidad— que una...

  📜 Cómo huir de la propia conciencia Mi mundo era muy distinto al de Henrique. Él solo estudiaba en nuestra escuela porque los dueños hacían un trabajo social, dando becas a quienes no podían pagar. Henrique parecía alguien que no tenía ni dónde caerse muerto. Era tímido, pueblerino, siempre solo. Yo, en cambio, siempre en el centro de atención. Mis padres pagaban mis estudios, me compraron un coche y me daban tarjeta de crédito. Henrique traía para almorzar pan con margarina y una botella térmica de café. Todos se burlaban de él. Sin embargo, era muy inteligente, el mejor en todas las pruebas, nunca necesitaba recuperación. Eso me daba envidia. ¿Cómo podía ser tan listo siendo pobre, si sus padres ni siquiera tenían educación? Con el tiempo, mi grupo de amigos empezó a admirarlo. Algunos lo llamaban “genio”. Al llegar el fin de la carrera, yo no había hecho mi tesis. Henrique pasaba horas en la biblioteca. Yo sabía que su trabajo ya estaba listo. Me acerqué y le ofrecí agua. No ...

  📜 El acumulador de emociones Me arrepiento de no haber escuchado la voz de mi madre. Ella me decía: — ¡No exageres, hijo! ¡Todo lo que es demasiado, no sirve! Desde niño quería tener muchos juguetes, y los guardaba todos para que no se estropearan. No tiraba nada, ni siquiera lo roto. Ya de adolescente, seguía guardando cada uno, recordaba quién me los regaló. Sentía apego excesivo por mis cosas. Guardaba hasta los tiques de supermercado. Para mí, todo tenía un valor emocional: acumulaba emociones . Tenía 16 años cuando mi primo César falleció. Antes de irse, me dio unos libros y una chaqueta militar verde. Me dijo: — Deja de acumular. ¡No guardes tantas cosas viejas! Yo respondí: — ¡Son parte de mi vida! — Sí, lo sé. Pero si mueres… ¿cómo vas a llevarlas contigo? ¡Despréndete! No me era fácil deshacerme de nada, ni siquiera de una nota de compra. A lo largo de la vida, acumulé sentimientos . Usé esa chaqueta por 18 años. Cuando ya no podía arreglarla, la guardé. Tení...

  Cuando el alma no sabe que ha partido… busca respuestas en los silencios del mundo. Me veía caminando por el centro de la ciudad donde vivía, descalza y con una bata de hospital. No lograba recordar dónde estaba mi casa. Mi mente estaba tan confundida… no entendía por qué me encontraba en esa condición. A veces tenía recuerdos de que alguien me sostenía bajo el agua… parecía una piscina. Observaba a la multitud de personas que pasaban a mi lado y notaba lo confusos que eran sus pensamientos. Algunos eran negativos, otros agradecían al Creador; algunos maquinaban el mal contra otros. Y por días… no me di cuenta de que había fallecido. Solo lo supe al reconocer a una señora que iba a la misma iglesia que yo, y decidí seguirla hasta su casa. Lo extraño era que sentía frío, hambre y cansancio. Intentaba tomar alimentos, pero no podía. Ya no tenía cuerpo físico. ¿Cómo morí? ¡No lo recuerdo! Me quedé en esa casa; nadie me veía… excepto el gato. Joana era conocida de mi madre; iban junt...