A Divaldo Franco le advirtieron que su desencarnación estaba por llegar




RELATO DE DIVALDO FRANCO

La historia de Divaldo Franco: Un encuentro espiritual con su madre
"Tube un desdoblamiento de la personalidad. Para quienes no saben qué es, sería como un sueño, pero estaba tan lúcido como lo estoy ahora. Me encontré en una región muy hermosa, con casas normales y vegetación exuberante.
Fue entonces cuando apareció mi madre sonriendo. El ángel bueno que Dios puso en mi camino, como tantos otros que he conocido en la vida. Ella era una madre especial y me dijo:
«Hijo mío, ya que estás aquí, ven a ver la casa donde vivirás.»
Sorprendido, pregunté: "¿Viviré aquí?"
Ella me tomó la mano y me condujo a una residencia. Allí reconocí a Nilson, un espíritu amigo que nos ayudó en la Mansión del Camino. Él me dijo:
"Di, escuché que vendrías y me encargaron construir tus nuevas habitaciones".
En el mundo espiritual el tiempo es diferente, podría ser hoy o dentro de cincuenta años, pero ya habían sido notificados de mi llegada. Nilson me mostró el espacio donde trabajaría y me sorprendí:
¡Incluso en el mundo espiritual tendré una habitación para trabajar en la computadora! Soy de la época de la máquina de escribir, ya pasé a la computadora, ahora uso el celular... ¡Espero estar al día cuando llegue al más allá!
El lirio azul y la energía espiritual
Luego mi madre me llevó a un jardín especial, donde había una hermosa flor azul. Me dijo que la flor era terapéutica y que al inhalar su aroma, mi energía vital se restauraría.
Recogí el lirio con cuidado y lo olí. En el instante en que hice esto, sentí que se disolvía dentro de mí, recorriendo todo mi cuerpo espiritual como un bálsamo curativo.
Mi madre, con su ternura, decía: «Aquí nada se pierde. Todo se transforma. Todo vive».
Para mi sorpresa, el lirio renació ante mis ojos. Mi madre me tocó el hombro y me recordó que debía agradecer a Dios por la bendición que había recibido.
El regreso al cuerpo y la reflexión
Luego me dijo que era hora de regresar, ya que mi energía era muy sutil y mi cuerpo físico podría encontrarla extraña. Cuando me desperté, todavía me sentía débil, pero con el tiempo, mi vitalidad se recuperó.
A la mañana siguiente, mi madre, con su dulce tono, me preguntó:
"Di, ¿ya has orado?"
Sonreí y respondí: “Mamá, acabo de llegar”.
Ella siempre me preguntaba esto y yo respondía: "Mi vida es una oración".
Esta historia nos recuerda que la vida continúa, que los lazos de amor trascienden la muerte y que los espíritus superiores siempre ofrecen apoyo a quien lo necesita. Nada se pierde Todo cambia."

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